Aquel niño fantasioso viajaba entre sus pensamientos como lo hacía la casa de UP por el cielo, volando libremente sin seguir un rumbo fijo, despreocupado de todas las obligaciones, mi único objetivo en la vida era corretear y disfrutar junto a mi hermano, como un niño pequeño.
Años después, descubrí los mundos épicos de Devil May Cry y The Witcher. En estas historias, conoció el poder de la redención y el valor de la lucha contra las fuerzas del mal. Aquel viaje era irreal, pero me mantenía entretenido durante mi camino a lo largo de la vida.
Pero no todo era fantasía y acción. También aprendí sobre la belleza y la fragilidad de la vida a través de historias como la de Joel y Ellie narradas en The Last of Us, donde la conexión humana, el sacrificio y la toma de decisiones se juntan en un mundo post-apocalíptico desgarrador. Gracias a esta historia empecé a valorar las cosas y ser más maduro.
Fuera del mundo de los videojuegos, aprendí lecciones valiosas de películas como La Vida es Bella. Esa película me hizo ver que la vida no siempre es un camino de rosas y que en ocasiones puede llegar a ser oscura y tenebrosa, como aquellos pasillos de la casa de Visage donde vives una historia de terror, en la cual no tienes escapatoria y debes luchar por tus sueños para salir de esa pesadilla y alcanzar la gloria como lo hizo Máximo Décimo.
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